jueves, 1 de julio de 2010

Roberto

Roberto fue mi segundo novio. El día que me dejó, yo estrenaba un conjunto de lencería que me había comprado para darle una supuesta agradable sorpresa. No se esperó ni tan siquiera a echar el polvo que le tenía preparado. Me dejó, sin más. Yo, tumbada en la cama, semidesnuda. Él, de pie en la puerta de mi habitación.

- No podemos seguir juntos, Vedru. Lo siento.
- Roberto... ¿Hola? Estoy medio en bolas, tirada en la cama. ¿No puedes comerme el coño primero al menos? ¡Qué paciencia!
- Vedru, en serio, no es por ti, es por mí.
- No sigas por ahí - Me levanté rápidamente y comencé a dar vueltas por mi cuarto. - ¿No te gusta lo que me he puesto para ti? - le dije medio llorando.

Por un momento dudó qué decir pero finalmente lanzó fulminantemente un simple "no". Me senté en la silla de mi escritorio mirando hacia el lado opuesto y me puse a llorar. No pude soportar ese no. Actuó como una llave que abrió un bidón de agua de millones de litros que caían por mis ojos.

- Vedru, es que estoy contigo por pena, ¿No lo entiendes? No puedo fingir más.

Repentinamente me sentí humillada. Estaba allí, casi desnuda. Sentía como si miles de personas estuvieran mofándose de mí, la gorda crédula. Que pensaba que alguien le quería, y era por pena.

- Vete. - Le dije tajantemente, entre lágrimas.
- Vedru, por fa...
- ¡Vete! - Le corté. - ¡¡Vete, cojones!! - Grité, sin mirar atrás. No quería mirarle.

Escuché sus pasos alejándose hacia la puerta de mi piso. "Plof", se escuchó la puerta cerrándose. Y estallé en llanto. Me levanté, como mareada y medio ciega por las lágrimas. Me quité bruscamente lo que llevaba puesto gritando y llorando palabras sin sentido. Y entonces me vi en el espejo del baño, a lo lejos. De pie, desnuda, con el maquillaje corrido. Gorda. Y me di cuenta.

Me tumbé en mi cama, sollozando por inercia. No era yo la humillada, la patética. Era Roberto. Desde el principio, Roberto estaba enamorado de Julia, la tía buena de la clase. Pero, por culpa de su poca autoestima y su más que comprobado complejo de polla pequeña, nunca se atrevió a intentar tener algo con ella. Entonces, empezó a salir conmigo, la gorda.

Conmigo era fácil, él era mejor que yo. Eso creía él. Tuvimos una relación casi sólo sexual, medianamente placentera. Era la primera vez que alguien se dejaba dominar por su miembro, y eso le gustaba. Por eso duramos casi 6 meses. Soy, hablando en plata, una buena comedora de pollas. Pero entonces, ocurrieron dos cosas. Una, le pedí que me comiera el coño. Y eso no le hizo tanta gracia. Me lo comió un par de veces, con muy poco arte. Y dos, Julia empezó a tontear con él. Claro que, con lo que no contaba el muchacho es que sólo lo hacía para intentar poner celoso a su ex, Manolo.

Al cabo de un par de días, cuando Julia volvió con Manolo, Roberto me llamó. En ese momento me golpeó en la cabeza un cartel que ponía: "Ya no se puede ser más patético".

- ¿Qué quieres, Roberto?
- Vedru, te echo de menos.
- ¿Sí? ¿En serio?
- Sí, creo que cometí una equivocación.
- Entonces, ¿Julia no quería tema contigo al final?
- Julia.. eh..
- Roberto, coqueteaba contigo porque quería darle celos a Manolo. Al igual que tú salías conmigo sólo porque eres un cobarde y nunca fuiste capaz de declararte a Julia.
- Vedru, las cosas que te dije... Estaba equivocado, me cegué, pero yo te quiero a ti.
- Roberto, cariño, no quiero que me vuelvas a llamar. La próxima vez, sé valiente y sal con la chica que te gusta. Y si sales con una que no te guste, al menos sé valiente y cuando la dejes, no la vuelvas a llamar como un desesperado.
- Pero...
- Voy a colgar, Roberto, no vuelvas a llamar.

Colgué.

Un beso.
Vedru, la gorda.

domingo, 27 de junio de 2010

Mar

El día que hablé por primera vez con Mar fue a mitad del segundo cuatrimestre. Había faltado a la última clase de Historia de los medios, y ella tenía fama de prestar sus apuntes. Mar, antes de conocerla, me parecía la típica chica perfecta. Después de conocerla me di cuenta que, debajo de esa pinta de niña sin maldad, se escondía una niña, de hecho, sin maldad. Era eso, la típica chica perfecta.

Durante el primer año no tuve apenas contacto con ella. Fue casi al final del curso cuando, un fin de semana hicimos una moraga en la playa de la Misericordia y, como ella vivía en Teatinos y no era plan de que ninguno de nuestros compis, ebrios, la llevaran sin intentar meterle mano o sin estrellar el coche en el camino, le propuse que se quedara a dormir en mi apartamento.

Esa noche, medio piripis, tuvimos nuestra primera conversación real. Y, desde entonces, se convirtió en la única amiga que merecía llevar ese título, el de amiga.

Entramos a mi piso riéndonos de Carlos, que había estado toda la noche tirándole los tejos. Estuvo intentando camelársela de todas las maneras posibles, y cada cual más patética. Carlos era el típico (cuánto estereotipo suelto) chulo de playa, que creía que a las chicas sólo nos impresiona ver músculos y demostraciones de virilidad.

- Desde luego, Carlos no se corta un pelo, ¿verdad? - Me dijo, con una mirada rozando la ternura.
- Pues no, hija... Pero vamos, te digo yo que a la hora de la verdad no aguanta ni dos minutos.
- ¿Cómo, que tú...? ¿Tú y...? ¿No?

La miré a los ojos y asentí aguantando la risa.

- Y... ¿no aguanta ni dos minutos?

Las dos estallamos a carcajadas. Durante un par de minutos no podíamos parar de reir. Luego, casi en silencio nos empezamos a desnudar para ducharnos. Primero me duché yo, con mucha rapidez, pues tenía muchas ganas de dormir. Luego, mientras yo luchaba con mi pelo y el secador, ella se deslizó hacia la ducha. La observé por un instante. Era extremadamente perfecta. No tenía ni un ápice de grasa, el cuerpo prieto, la piel tersa, los pechos firmes, en su justo tamaño. Por un momento tuve el recuerdo del dolor que sentía antes, cuando no aceptaba mi cuerpo. Pero me duró poco.

- ¿Y cuándo os enrollásteis Carlos y tú? - me preguntó mientras se acurrucaba entre las sábanas.
- Pues fue en febrero, una noche de juerga. Ya sabes, el chico intentó liarse con todas las del bar y como no hubo suerte le tiró a la gorda.
- Joder, Vedru, no creo que fuera así, mujer.
- Jejeje, Mar, tranquila, sé cómo va este juego. No tengo ningún problema en jugarlo. Mira, los tíos son todos iguales, lo que quieren es meterla. Algunos se esfuerzan más que otros. Pero todos quieren meterla en un agujero. Primero, lo intentan con las que les atraigan de vista. Y si no funcionan, pues prueban con las gordas. Las gordas estamos tan necesitadas de cariño... Yo sé cómo soy, y sé cómo funcionan los tíos, pero no me dejo manejar. Si quiero que me la metan, les dejo. Si no, no les dejo. A veces, van de sobrados, como si te hicieran un favor metiéndote la polla. Esa parte me gusta mucho, porque les hago sufrir.

Durante un par de segundos Mar quedó pensativa, mirando al vacío.

- No sé, entiendo que Carlos no es precisamente un chico bueno, pero no quiero creer que no exista el amor, ni que no haya hombres que quieran algo más que sexo. Yo creo que habrá chicos buenos.
- Claro que los hay Mar. Yo también creo en los chicos buenos. Pero cuando un chico quiera estar contigo, o conmigo, y no sólo para metérnosla, entonces le dará igual que estemos buenas, gordas, flacas... Mientras tanto, hay que saber qué papel tenemos en el juego y aceptarlo. Yo soy Vedru, la gorda.
- Eso te ha quedado muy folclórico, Vedru.

Las dos volvimos a estallar en risas. Y, muy poco después, quedamos profundamente dormidas.

Un beso.

Vedru, la gorda.

Vedru, la gorda

Vedru soy yo. Desde pequeña he sido la gorda. Para mi padre era su niñita gorda. Para mi madre era qué gorda está la niña, Antonio. Para mis compañeros de clase era la vaca gorda. Era, soy y seré Vedru, la gorda.

He tenido muchas etapas en mi vida. He odiado cada milímetro de mi cuerpo con intensidad. He sido humillada por mi cuerpo por todo tipo de personas, incluso por mí. Quizás más por mí. Pero con el tiempo logré entender quién era, cómo era y qué papel jugaba en esta sociedad tan superficial. Me acepté, poco a poco, y conseguí crear mis propias reglas en el juego.

Ahora soy yo quién manda. Pero, no adelantemos muchos acontecimientos. Os contaré mi historia, por ello creé este blog.

Un beso.
Vedru, la gorda.